miércoles, 1 de junio de 2011

Sole, Mare, Sud, NAPOLI (POMPEI e più)

Ya se está haciendo demasiado habitual que mis escritos aquí, sea muy de cuando en cuando. Me dejo cosas por escribir, porque pasa tanto tiempo que llegan anécdotas nuevas y olvido las pasadas. Esta vez diré a mi favor que llevo tanto tiempo sin escribir por problemas técnicos. No conseguía entrar en el blog hasta ayer que por fin descubrí la forma de entrar.

Continuo con el viaje de Pascua a Nápoles. Si echo la vista atrás, parece que queda lejísimos, pero en realidad tampoco hace. Habíamos quedado todos en la recepción del hotel a eso de las 8'30, porque el viaje hasta Pompeya era algo más largo que los demás y teníamos que llegar pronto. Al final, salimos como a las 9'20 porque "la puntualidad" no es el fuerte de Apostolis. 
Una vez en el tren, tuvimos que bajarnos porque no teníamos billete y había un revisor matutino merodeando por el tren. Nos bajamos en la primera parada y fuimos de legales ese día, comprando para ir y para volver. 
En el segundo tren, ya sí, camino de la "ciudad volcánica" conocimos a un simpático chico napolitano que nos contó varias e interesantes anécdotas hasta que se bajó una parada antes que la nuestra. Era bastante interesante escuchar hablar a ese chico, tan metido y comprometido con sus historias. 

Después de un camino entretenido pero interminable porque el tren iba a rebosar y el calor era insoportable, llegamos a Pompeya, después de casi 45 minutos de pie en el tren.
Nada más salir de la estación, a las entradas de la ciudad, se veían puestos de frutas y comida. Los comerciantes te ofrecían de comer, y sobre todo agua fría a un euro, con el tono amenazante de que dentro no había agua (mentira).

Empezamos la visita muy animados y contentos, porque el espectáculo que ofrecía Pompeya nos dejó sin palabras a todos. No cogimos guía ni nada, porque Apostolis se llevó un libro de la ciudad para hacernos de guía. Grandes calles arenadas. Columnas inmensas y construcciones destrozadas por la lava. La conservación de Pompeya es bastante buena en algunas partes, y bastante pésima en otras.
Con el libro de Apostolis, íbamos viendo todas las calles y construcciones antes de la catástrofe, porque tenía ilustraciones muy buenas. Lo que nos dejaba aun más impresionados. Disfrutamos bastante viendo lo que quedaba de la ciudad e imaginando lo que tenía que haber sido antes. El guía no podía ser mejor, el griego, lo contaba todo con tanto entusiasmo que nos contagiaba a todos.

Tras tres horas de visita bajo el sol, ya Pompeya nos gustaba algo menos. Empezamos a plantearnos las horas que nos quedaban dentro y lo que podíamos ver. Todos querían salir temprano para poder ver Nápoles por la tarde. No pudimos luchar contra el griego que se empeñó en verlo TODO. Y cuando digo TODO, no creáis que miento porque vimos TODO lo que estaba abierto y no en obras. 
En este caso, el grupo se mantuvo unido, menos los desertores de Jose y Carlota que hicieron su ruta paralela.
A cierto punto, en la recta final de la visita, estábamos ya todos agonizando con los pies. Porque obviamente Pompeya es mucho más grande de lo que todos esperábamos y el suelo arenoso y rocoso no ayudaba mucho.
Ana intentaba engañar sutilmente a Apostolis porque ella llevaba el mapa, pero el maldito no era nada fácil de engañar y en cuanto se daba cuenta que nos saltábamos parte de la visita empezaba a llamar a Ana como un desesperado.
Cuando ya se terminaba la ruta, todos estábamos acordándonos de la madre que parió a todos los griegos habidos y por haber. Cuando por fin dijo, "esto es lo último" vimos el final del túnel.
Comimos nada más salir de allí y pusimos rumbo al tren. Después algunos decidieron continuar con el plan e ir a Nápoles, otros (yo incluida) decidieron ir al hotel a descansar porque no podían con sus pies (ni con el alma).

En poco tiempo llegó la noche, y hubo como siempre, pizza y vino en la terraza del hotel. Yo este día me negué a ir a recoger la pizza debido a los incidentes con el señor de la pizza diavola... 

Al día siguiente el planing, era ir a Amalfi, Positano y más pueblos de la costa. Debido a que era domingo de Pascua, el plan se quedó en visitar Nápoles otra vez, porque no funcionaban los trenes para volver. En la estación nos dijeron que podíamos visitar un pueblo que estaba cerca y que tenía cosas para ver. Nos dejamos convencer fácilmente debido a la falta de planes.
El pueblo si tenía cosas para ver, un volcán. Que costaba unos 10 euros entrar. Pasando. Decidimos bajar de la montaña, andando, como no, e ir en busca de la playa.
Un señor muy amable nos indicó dónde estaba la playa de Savia (arena), porque por lo visto, había otra de roca. Este señor napolitano tan amable, nos tomó cariñosamente el pelo, porque en tal pueblo napolitano... no había playa.

Llegamos al puerto del pueblo, buscamos algo de comer y después nos echamos una pequeña siesta. Un café o coca cola en su defecto y de vuelta a Nápoles.
Por la noche salimos a pasear por el puerto "cercano" al hotel. Había mucha gente que paseaba por el puerto, y desde algunos puntos del muelle tiraban velas hacía el cielo, que dibujaban un paisaje digno de ver... 
Al día siguiente ya decíamos adiós a Nápoles. Todos, exceptuando las dos Martas y Gabi, fueron a ver el museo de arqueología. Nosotras tres nos quedamos durmiendo un poco más y después fuimos a visitar el centro de Nápoles. 
Nuestra visita por el centro duró poco. Llegamos bastante justas de tiempo. Y fue la primera vez, desde que llegamos que noté la inseguridad napolitana. No es ciudad para tres chicas solas, con nuestras caras de "somos españolas". Además porque Marta iba haciendo un ruido ensordecedor, contando no recuerdo que historia... Llegamos hasta una plaza dónde nos entramos la procesión más peculiar que habíamos visto en nuestras vidas. 
La procesión iba compuesta de: Virgen (lo normal.. ), Papa (menos normal.. ), madre con niño muerto en brazos (extraño), militar con metralleta (muy extraño) y tanque que disparaba bengalas (extremadamente extraño)... Tras ver este espectáculo, volvimos a la estación para comer y encontrarnos con los demás.

Y así acabó nuestro viaje al sur de Italia... divertido, familiar, con anécdotas... 

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