lunes, 9 de mayo de 2011

Sole, Mare, Sud, NAPOLI (seconda parte)

He tardado unos días en escribir la segunda parte un poco a conciencia. He tenido tiempo de sobra estos días, pero la verdad, sabiendo que en poco, la mayoría de los integrantes del viaje de Nápoles... se iba hacía la bella Sicilia y me dejaba en tierra, he preferido esperar. Así me recreo un poco en recuerdos y momentos bonitos, mientras pienso que están todos retozando en las playas sicilianas y yo... aquí, yendo a clase.

La bonita mañana del día 22 de Marzo, (después de la noche de TOGA, TOGA...), nos levantamos bien temprano porque como os comentaba en la anterior entrada, teníamos que mirar bien los horarios de los ferris. Aunque parecía mentira, estuvimos todos puntuales abajo desayunando ese triste croissant con café (al menos estaba bueno, pero era bastante escaso lo que viene siendo la comida más importante del día dicho por madres y profesores).
Llegamos al puerto, tras coger un autobús (sin pagar billete), a eso de las 9 h. Preguntamos a los "amables" de las ventanillas... concretamente preguntamos en todas. Capri estaba descartada por su excesivo precio a nuestro parecer. Porque vamos, 36 euros para ir y volver nos parecía demasiado para unos pobres estudiantes Erasmus como nosotros, ni que fuéramos Leonardos.
Llegamos a la conclusión que la mejor opción era Ischia, bueno, bonito y barato.
El tiempo se nos nubló por el camino, comenzó a hacer algo de frío y todos empezamos a invocar a los dioses... porque un día en una isla, con mal tiempo iba a fastidiarnos la jornada.
Al poco de llegar volvió a salir el sol, y nuestras caras volvieron a relucir de felicidad.

La isla creo que nos gusto mucho a todos. Estaba bastante limpia, si la comparamos con la sucia Nápoles. En el camino el grupo como era de esperar se disperso. Aunque he de decir, que uno de los dispersados nos sorprendió a todos. Jose y Carlotta cogieron su camino de amor y no los volvimos a ver hasta la hora de volver a subir al ferri.
Fer tomo la delantera por otro lado y también se perdió vilmente, no sabemos aún si consciente o sin querer queriendo.
Dimos un paseo por las calles céntricas del pueblo, sin separarnos mucho del mar y de las diversas "playas" que recorrían la parte Este de la isla. Helados, paseos, tiendas, sol... hasta llegar al Castello degli  Aragonesi, como no podía ser de otra manera, hasta en Ischia tenemos conquistas los Españoles.
El castillo era como una subisla que se veía desde lejos, ofreciendo un paisaje extraordinario.

Cruzamos el puente hasta la entrada del castillo y cuando vimos que había una billetería y que costaba entrar 10 euros... pensamos que el paisaje desde allí ya era lo bastante bonito.
Allí empezamos a preguntarnos se Fer aparecería de un momento a otro, mientras algunos se comían los bocadillos y otros miraban... por hambrientos que se habían comido el bocadillo nada más bajar del barco.
Al volver , paramos en una de las playas. Creo que se llamaba, playa de los pescadores. Hicimos una buena parada en la playa. El sol relucía más aun que a la llegada así que aprovechamos bien el tiempo de sol, para descansar y para quitarnos ese "mono" playero que teníamos todos.


Pasamos de hacer un poco el gamba en la playa, a estar hambrientos.
La jornada playera acababa cuál lobos en busca de su presa. Empezamos a desandar lo caminado, buscando alguna pizzería económica por allí. Al final encontramos un puesto de comida rápida, con un majo señor muy napolitano él, que con amabilidad nos dejo pasar a su baño, 1 por 1, y éramos 9.

El tiempo en la bonita isla llegaba a su fin. Cuando estábamos aun en la puerta del sitio comiendo algo, apareció otro grupo de españoles, a los cuales conocíamos. Rosa y sus amigos estaban también haciendo el mismo viaje que nosotros, solo que paralelamente, en coche.
Tras tal agradable encuentro, nos pusimos de camino al puerto, porque ya eran casi las 6 y nos quedaba poco para volver. En ese trayecto apareció nuestro querido Fernando. Con una cara de perrillo perdido y colorado como un tomate.

De la vuelta en barco me acuerdo de poco, me dormí con el ipod puesto casi todo el camino. Una vez en el hotel, decidimos algunos que queríamos pizza de la pizzería del día anterior. Yo me ofrecí en ir a recogerla, porque allí estaban ya Marta y Gabi también pidiendo algo para cenar.

Cuando llegué estaba el panorama más o menos como el día anterior. El pizzero sin mover la vista de las masas y los ingredientes. El chico de la moto que entraba y salía. La chica simpática que sonreía al saludar. Y una novedad, allí estaba él. El capo... un señor de unos 60 años. Con chaqueta, pañuelo de seda al cuello y una pinta de... de.. bueno de eso que hay en Nápoles, ya me entienden. Empezó a charlar con todos, a preguntarnos que de donde éramos, qué que estudiábamos... y preguntas por el estilo. Después con un poco más de confianza (totalmente inventada por él), me llamó ojos de diabla (como la pizza diavola, palabras textuales), a Marta que si tenía cara de pilingui.. y que sí queríamos ir con él a su discoteca, con bebida y todo gratis y que ya después pues ibamos con él a "scopare" que mejor esto no lo traduzco por si hay niños...

Yo me hice bastante la sueca, porque casi me atraganto con mi saliva cuando escuche a este señor decir tales burradas. Además lo hacía con ese acento Napoletano y acojonaba un poco.. en fin, como pudimos salimos de allí echando leches. Nos comimos nuestra pizza y bebimos un poco de vino para irnos entonados a la cama... y así, llegó el día de ir a POMPEI.

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