miércoles, 4 de mayo de 2011

Sole, Mare, Sud, NAPOLI

Parece que cada vez me cuesta más trabajo encontrar el momento de pasarme por aquí a escribir. Aunque no os creáis ni la mitad, he estado estudiando a la vuelta de nuestro gran viaje al sur. Por esa razón, no he tenido mucho tiempo para escribir pero o lo hacía ya o se me olvidaban los detalles del viaje.

El viaje desde el principio no pintaba nada mal. Éramos 11 integrantes. De los cuales el 90 % de los presentes daban bastante juego. Todo ello sabiendo que dos de ellos eran Fer y Gabi. Momentos de diversión asegurados.
Quedamos en la estación de Santa María Novella, el día 21 de marzo a las 6'20 am. Yo y Gabi nos acostamos bastante tarde porque el día antes estuvimos en el concierto de la MTV en Santa Croce (yo bebí demasiado vino sin querer). Llegamos casi todos a la estación a la hora acordada, pero para variar, nuestro querido amigo griego... llego algo justo. Se quedo en tierra.

Los 10 restantes llegamos a Nápoles a eso de las 14'45, después de 7 horas de viaje en tren. Las últimas 3 horas, las pasamos de pie en el magnífico trenitalia porque estaba que no se cabía!
Momentos de confusión al llegar, sacar dinero, mirar itinerario y de camino al albergue. Al principio parecía que mi elección del albergue dejaba bastante que desear. El susodicho estaba justo detrás de la parada del metro que nos correspondía. Era una gran cuesta con grúas de obra, gatos y basura variada. Todos me miraban de soslayo, aunque ninguno me lo haya dicho directamente. Pero yo sé que estaban pensando... "en que tipo de antro nos ha metido esta mujer", porque fui yo quien busco y reservo el hostal. Después de una subida descomunal, allí estaba el albergue. Todo empezó a pintar de otro color.

Limpieza, vistas al mar y gente amable nos recibió al llegar. Ya eran como las 17h, desde las 15h que estábamos en tierra sureña. Apostolis, aun estaba de camino a Nápoles, porque cogió el siguiente tren.
Dspués de una odisea de hacer cálculos de lo que teníamos y no que pagar al del albergue, nos dio por fin las habitaciones. Porque señores, aquí todos (los 10) somos cabecitas pensantes, a punto de terminar nuestras carreras universitarias... éramos, médicos, ingenieros,médicos, psicólogos, publicistas, químicos, periodistas.., daba igual, no fuimos capaces de hacer las cuentas de manera rápida y eficaz.

Dejar las cosas en las respectivas habitaciones y salir a explorar un poco Nápoles. Como era el primer día y ya era media tarde, decidimos ir a la parte más cercana dando un paseo.
Un paseo marítimo con un solano nos dio la bienvenida nuestro primer día. Por fin otra vez el mar. El paseo marítimo era larguísimo, en el que vimos a los más peculiares personajes napolitanos.
De ahí, buscando algo de comer, no sé porqué pero decidimos seguir a Jose y a Carlota. Llegamos a unas calles de tiendas, bastante caras por cierto, pero donde había también puestos de Pizza al taglio a un precio asequible (normal, Nápoles... el paraíso de la pizza).

Una vez llenada la barriga y alimentado los michelines, seguimos con el paseo. No sé si llegamos por casualidad o nuestra guía Napolitana (Ana Ful), nos llevó hasta allí.
La Piazza del Pleviscito. Una plaza enorme y bonita donde las haya, aunque el espéctaculo era algo grotesco. En la plaza, centenares de niños que jugaban al balón, al pilla pilla o similares mientras turistas como nosotros admiraban el paisaje. Montañas de basura rodeaban la plaza y los cuidados que esta recibe no deben de ser demasiados, pues las pintadas y grafitis que había por los muros lo decían todo.


Una vez allí empezaron las llamadas de Apostolis, el griego, había llegado sano y salvo a Nápoles. Ahora solo necesitaba llegar al albergue. Otro follón. Cómo explicarle el camino a un griego que habla muy bien inglés, pero que no tiene ni idea de italiano... Menos mal nuestro médico onubense, Antonio, que lo que es el inglés lo domina.
Entre tanta indicación a Grecia, nosotros seguimos nuestra ruta. Llegamos a un castillo precioso, el cual rodeamos para llegar al puerto y ver que al día siguiente podíamos ir a Capri.
La mitad de las ventanillas del puerto estaban cerradas, así que tuvimos que arriesgarnos a ver los horarios y los precios con más calma al día siguiente bien temprano. Lo único que teníamos claro es que a Capri seguramente no podríamos ir porque los precios habían subido y parecían desorbitados.

El sol caía y por las mil advertencias que nos dieron antes de ir a Nápoles, decidimos poner rumbo al hotel. No sin parar antes en un súper para comprar algo de cerveza/vino o alguna bebida de esas isotónicas. Después de mucho andar y dar vueltas sin sentido, encontramos un supermercado. Por el camino perdimos a Carlota y a Jose que aparecieron minutos después cuando salíamos del súper, ellos habían encontrado otro también. Con cervezas y tinto nos encaminábamos a casa cuando la última y definitiva del griego no irrumpió en la noche. Nos encontró por fin.
De vuelta al hostal. Le hicimos caso al dichoso Apostolis que nos hizo coger por un túnel de coches maldito y larguísimo (porque el camino ciertamente era más corto) en el que todos vinos nuestras vidas pasar. En el túnel solo se veían coches a toda pastilla y pedazos de coches masacrados por todas partes (accidentes).
Volvimos a dispersarnos y es que un viaje con 11 personas es algo difícil de llevar. Algunos pararon a comprar Kebabs y nosotros nos encontramos con la pizzería más rara (pero buena a la vez) jamás vista. Chica simpática que nos atiende al entrar, pizzero antipático que se dedica a amasar las pizzas con cara de pocos amigos. Para mí, que tenía algo de... turbio aquello. En fin, las pizzas estabas muy buenas así que nos hicimos fan de aquella pintoresca pizzería.
Un rato de charleta en la bonita terraza del hostal con nuestras botellas de vino y nuestras "interesantes conversaciones intelectuales". Una partida de futbolín con Laura (vino) y Gabi, las tres más achispadas que cualquier persona allí presente y a la cama.
Cogiendo el sueño, irrumpieron en mi habitación 3 personajes vestidos con sábanas blancas y diciendo TOGA TOGA TOGA.. yo aún no le encuentro el sentido,  pero Fer, Antonio y Jose, tampoco han sabido explicarme la hazaña...

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