lunes, 17 de enero de 2011

L'Erasmus continua...

Pues aquí estoy de vuelta en Florencia desde el viernes 13.
El vuelo de vuelta fue bien, al menos agradable, ya con gente conocida... y entre amigos, por lo que antes de llegar, empezaba una a sentirse en "casa". Y el sufrimiento pasado con el equipaje, y la temida rejilla de Ryanair, se sufrió en compañía.

El viernes ya fue otro cantar. La gente estaba recién llegada y las ganas de fiesta a un nivel bastante elevado. Después de una apoteósica compra en el Coop, hicimos la cena y nos fuimos de "paseo" a Santa Croce, para no perder viejas costumbres.


La gente iba llegando, se sucedían los abrazos y los estados de euforia tras el añorado reencuentro... Más saludos, más abrazos, más ginebra....
Llegó Sofía, una amiga que cumplía años y que trajo sangría para toda Santa Croce (y parece que yo no había tenido bastante con la Ginebra... ), y hasta aquí recuerdo.
No os puedo contar más de la noche del viernes, porque simplemente no recuerdo más. Lo he intentado pero la memoria no me da para tanto. Sé que, fui al closer y me lo pase bien (o eso intuyo... ) y volví a casa. Tengo algunos detalles en mi mente que revolotean confusos y sin contexto, por lo que me los guardo para mi y los allí presentes.
Pero en fin, lo que venía ha decir era que, la noche prometía y efectivamente, fue genial.
Tenía ganas de volver.

....

Y después de días de reposo e hibernación, llegó el lunes. Como sabéis, no tengo mucho que hacer porque ya acabe con los exámenes. Y por eso, no tuve otra que dejarme "seducir" por una amiga que iba a Siena... tuve que ser buena persona y acompañarla.

SIENA

El camino en tren fue magnífico. Grandes campos verdes estaban bloqueados, rodeados por una espesa niebla que hacía la mañana fría y única.

Es una ciudad empedrada y de altura. Se llega al centro tras recorrer unas empinadas calles que te van dejando encantado si haber visto aun casi nada. Después de casi 20 minutos de paseo, empezamos a ver las callejuelas estrechas, sus innumerables iglesias y sus antiguas fachadas. Como en toda la Toscana ( o al menos de lo que he visto), se caracteriza por el encanto de sus casas en piedra y la historia que se respira en sus calles.

La Piazza del Campo, es un espectáculo increíble. Lo mismo que cuando entras por las estrechas calles en Roma y desembocas en la Fontana de Trevi, esta plaza tan inmensa te golpea directamente a los sentidos, es maravillosa.

Seguimos caminando, callejeando, dejándonos seducir un poco por sus calles, por todo lo que la ciudad nos tenía que contar. Llegamos casi sin querer al Duomo, Cattedrale di Santa María dell'Assunta. Como el Duomo di Santa María del Fiore, en Firenze es una monstruosa construcción que engrandece la ciudad hasta límites insospechados.



Doce, exactamente doce escalones son los que nos conducen hasta el interior de la Catedral, simbolizando a los doce apóstoles. Más allá de las creencias religiosas de cada uno, que son respetables, este tipo de obras son de digna visita. La cúpula recubierta de mármol blanco y negro, al igual que el campanario y el baptisterio, dan una imagen grandiosa. Entrar en el duomo, y alzar la vista hasta el techo, descubriendo miles de estrellas encima de tu cabeza que parecen recién pintadas te dejan sin aliento.
(siento esta cutre imagen pillada de internet, pero a esta altura ya mi cámara estaba sin batería)

El fresco que más me ha impresionado ha sido el que está en el interior de una sala de la catedral, realmente tanto color hacían de la estancia un lugar especial.
Una lástima que yo no tenga más conocimientos de historia, pero aquel lugar, en toda la ciudad en concreto, se respiraba arte, historia... 

Y volvimos sin incidentes.... 

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